Si bien el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) proyectó un crecimiento de la economía peruana de 3.5% en este 2025, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) estimó una variación de 2.8%. En este contexto de incertidumbre, es clave recordar que más del 60% del alza de nuestro PBI está estrechamente vinculado al comercio exterior cuya dinámica depende en gran medida del tipo de cambio (TC).

Si revisamos los últimos 24 años, la variación del TC en Chile, Colombia y México fue de 88.8%, 122% y 115%, respectivamente, mientras que en el caso del Perú ha sido de 6.5%. Tomando como referencia el 1 de enero del año 2000 –cuando el dólar se cotizaba en S/3.51– y comparándolo con la tasa actual de S/3.63, la devaluación acumulada del sol en casi 25 años ha sido solo 3.4%!!

Esta fortaleza de la moneda peruana ha estado acompañada de una estabilidad macroeconómica importante. En el mismo periodo, nuestro país registró una inflación acumulada de 123%, inferior a la de Chile (140%), México (160%) y Colombia (163%), lo cual refleja una política monetaria prudente y una gestión fiscal disciplinada.

Sin embargo, esta combinación de baja inflación y tipo de cambio casi estático también tiene efectos adversos. Mientras nuestros costos internos en soles aumentaron en más de 120%, el tipo de cambio apenas se incrementó.

Esto afecta la competitividad del sector exportador, que vende en dólares, pero que tiene gran parte de sus costos en soles. Un ejemplo concreto es la Remuneración Mínima Vital (RMV), que creció en 176% en el mismo lapso. Debemos recordar que, para el caso del agro, desde el 2020 se paga adicionalmente un bono BETA que equivale al 30% de dicha RMV.

A pesar de esta situación complicada para nuestro comercio exterior, el desempeño de las exportaciones es sobresaliente: su valor se multiplicó por 11 en los últimos 24 años, mientras que las de Chile crecieron cinco veces, las de México 4 y las de Colombia 3. Este avance refleja su fortaleza y la importancia de seguir impulsándolas, en especial a las no tradicionales, que son intensivas en mano de obra y tienen impacto a nivel nacional.

En ese sentido, resulta fundamental seguir apostando por las exportaciones, y en ese marco, es alentador que el ministro de Economía y Finanzas, Raúl Pérez Reyes, haya manifestado su voluntad de mantener la actual política económica. Fomentar las inversiones de largo plazo no solo requiere estabilidad, sino también un entorno predecible y coherente en el tiempo.

Un caso emblemático del impacto que puede tener un marco normativo bien diseñado fue la Ley N° 27360, gracias a la cual nos posicionamos como uno de los principales exportadores mundiales de arándanos, paltas, uvas, café y cacao en grano. Asimismo, 18 productos agrícolas superaron los US$ 100 millones en envíos al exterior.

Sin embargo, esta norma —que originalmente debía regir hasta 2030— fue derogada de forma abrupta en diciembre del 2020, alterando las reglas de juego a mitad de camino. Los inversionistas vieron reducido en un tercio el horizonte que se les había ofrecido. Ese tipo de quiebre no puede repetirse. El país necesita políticas de Estado predecibles, no decisiones marcadas por presiones internas.

Por último, se debe mencionar que tenemos 23 acuerdos comerciales que nos integran con el 82% del PBI mundial y con el 42% de la población global; sin embargo, nos falta el más importante, el TLC hacia adentro. No podemos ignorar la gran deuda pendiente con las regiones de la sierra y selva, en donde las familias tienen una economía de subsistencia. El Perú no puede darse el lujo de desaprovechar el potencial de su gente ni de sus recursos. Exportar es mucho más que vender al mundo: es incluir, crecer y prosperar juntos.